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La utilidad de un paraguas cerrado

Ayer escuché en la televisión una cita del libro ‘La Revolución Emocional’ de Inma Puig que decía así:

“Las personas son como los paraguas: si no se abren, no sirven para nada”.

En un principio me dejé llevar por la, siempre de moda, tendencia de ser feliz. Esa felicidad blanca, llena de flores y colores, que fomenta el nicho de mercado de varias marcas que yo consumo, para qué vamos a negarlo.

Pero la frase se quedó conmigo y me hizo reflexionar en las utilidades de los paraguas más allá de ampararnos de la lluvia.

El primer uso que me vino a la mente fue el de ser un arma. Cerrado, sólido, con una punta amenazadora, se convierte en un objeto que puede hacer daño. Siguiendo con la comparación, también hay personas así: encerradas en sí mismas, dentro de su caparazón, de escudos tan puntiagudos que tratar de penetrarlos es como abrazar a un erizo. Y dañan, sí. Con el golpe seco del mango o el pinchazo de la punta. Encogidos y, en la mayoría de las ocasiones, heridos.

Un paraguas cerrado puede ser un gran bastón. Yo, que vivo en tierra lluviosa, veo a la gente de edad paseando con ellos en la mano, apoyándose en sus mangos en los ratos en que el cielo da una tregua o todavía amenaza con la guerra que vendrá. De la misma manera he visto a gente que no se abre ser bastiones para otros, punto de fuerza y apoyo. A su manera, sí. Quizá de una forma más seca y distante de la necesaria, pero siempre ahí.

Una mirada a mi paragüero me dio el tercer uso del paraguas cerrado: sostener a los paraguas más pequeños, los plegables, que no pueden permanecer de pie si no es un tanto perdidos en el fondo. Sosteniendo con su mango la cinta del otro, dejándolos a la vista, más presentes y más altos. Me he acordado de padres y madres a los que no les han enseñado, o no han aprendido, a abrirse a los demás, pero aún así sostienen a sus hijos y les empujan a llegar más alto.

Seguramente me dejo en el tintero más usos originales de los paraguas cerrados. Sé que ninguno de ellos sería ése para el que fueron creados. Pero la nada de Inma Puig se me hace demasiado grande.

Las personas son como los paraguas. Pero si no se abren, por cualquier razón o circunstancia, siguen siendo válidas. Sólo que, tal vez, no de la forma que esperábamos.

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